Vista do MASP (1987), de Batista de Freitas

Son varias las representaciones que hizo Batista del edificio del Museo de Arte de São Paulo Assis Chateaubriand, más conocido como MASP, inaugurado en octubre de 1947 y levantado en su segunda y definitiva ubicación en 1968 en la Avenida Paulista. El diseño de la arquitecta Lina Bo Bardi, en un ejercicio de estilo modernista y aspecto inconfundible, es uno de los iconos más representativos de esta gran urbe.

La relación entre este pintor y el museo desde sus inicios marcaría su trayectoria artística, ya que Pietro Maria Bardi (director del museo, que se casaría con Lina Bo y con la que viajaría a Brasil en 1946) le encargaría un cuadro con la intención de plasmar una vista de la metrópolis desde el punto de vista del emblemático edificio del Banespa que formaría parte de la primera exposición individual en el museo, allá por 1952.

Vista do MASP, 1987, de Batista de Freitas
Vista do MASP, 1987, de Batista de Freitas

La intención de los Bardi había sido promover un acercamiento a Brasil y una implicación con a arte popular brasileira, una visión más profunda y romper las barreras invisibles entre las directrices del arte y su sistema.

En el caso de “Vista do MASP”, pintado en 1987, hay que destacar el encuadre, el predominio del azul en diferentes tonos y el punto de vista desde el que Freitas enfatiza la impactante presencia del edificio sobre sus cuatro pilares laterales característicos. También los transeúntes, presentes en muchas de sus obras como elemento y parte inherente a la urbe. Estas características varían en las diferentes representaciones del museo, así como el entorno y las diferentes actividades que tenían lugar en su vano (Vão Livre), donde el Circo Piolin (otro de sus famosos cuadros) estuvo del 72 al 73.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Publicado en HA! el 5/9/2019
Imágenes © de los respectivos autores

Thunder Smash

De las naturalezas muertas que Charles Bell fotografiaba para después pintar a gran escala mediante la proyección de diapositivas sobre el lienzo y plasmando así hasta el más mínimo detalle, la serie de trabajos sobre las máquinas de pinball comenzada en 1977 es la más espectacular. Esa realidad subjetiva, a la que Bell hacía referencia cuando hablaba de su particular modo de retratar los objetos, capturaba un pedazo de materialidad aumentada en la que la vivacidad de los colores, su brillo y los reflejos sobre el tablero luminoso nos hacen sumergirnos en ese juego tan popular, inventado en el siglo XVIII y surgido con su aspecto moderno en la década de los sesenta y sobre todo masificado en la de los ochenta como elemento de la cultura pop juvenil.

Sus series más destacadas son Fireball 500, The Viking, Pinball Wizard, Feel Them Bumpers o Thunder Smash de las que habitualmente realizaba varias versiones en diferentes tamaños y técnicas.

Thunder Smash, 1977. Acrílico sobre lienzo.
Thunder Smash, 1977. Acrílico sobre lienzo.

En este caso, se centra en una parte de la máquina en la que vemos algunos componentes mecánicos como el spinner con la leyenda “Pow”, el bumper de 100 puntos o los lanes con las letras C y B al fondo, pintados con una precisión asombrosa, al igual que la bola en la que se refleja parte de la superficie de juego y donde podemos leer el título de la propia obra.

Estos primeros planos casi fotográficos son una representación de nuestras experiencias visuales en el mundo contemporáneo, influenciadas también por la publicidad y los medios audiovisuales. Así, mientras los fotorrealistas de la costa oeste se inclinaban por las imágenes de vehículos y casas en escenas cotidianas, Bell optó por la naturaleza muerta de estética pop asociada al consumo pero capaz de resonar en nuestras cabezas de un modo ciertamente emocional.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Imágenes © de los respectivos autores

Smoker, 1 (Mouth, 12) 1967, de Tom Wesselmann

Tom Wesselmann empezó a crear esta serie de pinturas de bocas en 1965. Como venía siendo habitual en él, son cuadros de gran formato en los que plasma imágenes atractivas y sensuales, evocadoras e inquietantes al mismo tiempo, ya que poseen una perfección exacerbada. Esta boca gigantesca, de cuyos labios cuelga un cigarrillo humeante forma un gran contraste con los labios de un rojo intenso, los dientes de un blanco resplandeciente y el humo gris que sale del pitillo encendido, como un plano de una película de cine negro transformada en pop art.

El pintor y escultor de Cincinnati celebra el color y las formas en sus cuadros, más que una intención de usar el arte pop como otros artistas, y sin querer criticar el consumismo, su finalidad y obsesión son las formas y las composiciones con la intención de crear el mayor impacto visual posible y un movimiento que fluyese al observar el cuadro. Debido a esto no incluía demasiados elementos en sus trabajos porque en su opinión, un exceso de detalles podría limitar esa intención.

La imagen se centra solo en esta parte de la cara como si estuviese flotando en el ambiente. El blanco del fondo nos ayuda a que esa sensación predomine en el lienzo. La boca, desprovista del resto de la anatomía adquiere por sí misma protagonismo como objeto sugerente, un retrato de la época moderna, un reclamo y al mismo tiempo el sello inconfundible del artista. Todavía podemos observar la importante herencia del fetichismo, predominante en toda su obra precedente y posterior, ya sea directa o subliminalmente. Otras partes del cuerpo como los pechos o los pies serían los motivos centrales de algunas composiciones durante los años setenta.

Esta serie de cuadros probablemente inspiró a Ed Pasche, diseñador de la portada del álbum Sticky Fingers y posterior logo de los Rolling Stones, ya que estaba familiarizado con las obras de Wesselmann.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Imágenes © de los respectivos autores

Abaporu, de Tarsila do Amaral

Abaporu (hombre que come carne humana, en la lengua tupí-guaraní) fue el cuadro que Tarsila do Amaral regaló a su marido en aquella época, el escritor Oswald de Andrade, y está considerado un icono del arte brasileño, una obra clave que inauguró uno de los movimientos artísticos más importantes en Latinoamérica: la antropofagia.

Andrade, se inspiró en esta tela para crear el Manifiesto Antropófago, pieza conceptual y fundamental que dio lugar al modernismo en Brasil y que consiste en “canibalizar” el arte extranjero y crear junto a características y elementos de la cultura local un nuevo tipo de arte. Así la cultura popular brasileña se mezclaba con las influencias europeas para crear obras, que sin perder su identidad indigenista, y tras su “digestión” darían lugar a una identidad distintiva, algo típicamente brasileño.

Abaporu (Tarsila do Amaral. Óleo sobre tela, 1928. 85 x 73 cm)

En esta pintura, el tamaño del cuerpo, enorme, en contraposición a la minúscula cabeza, expresa el trabajo físico en detrimento del mental, esa naturaleza bruta que domina más el mundo que las ideas. Su mano y pie derechos están en contacto con la tierra, al igual que el cactus y simbolizan un mismo origen, como si estuviesen hechos de la misma materia. Un sol, que parece una fruta abierta a la mitad y que podría ser una flor del propio cactus, remite junto a los otros elementos, cielo, cactus y tierra, a los colores de Brasil.

La tela fue comprada en 1995 en Nueva York por un millón y medio de dólares por Constantini, empresario argentino fundador del museo MALBA (Museo de Arte Latinoamericao de Buenos Aires), donde se encuentra hoy día y está valorada en unos 40 millones de dólares, convirtiéndose así en la obra más cara realizada por un artista brasileño. Este año se pudo contemplar en el MASP una retrospectiva de 92 de las obras de Tarsila, la artista que ya desde 1923 había afirmado: “Quiero ser la pintora de mi país”.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Imágenes © de los respectivos autores

Circus Act, de Charles Bell

En esta composición de aire festivo, acertadamente titulada Circus Act, es una serigrafía sobre papel de Charles Bell que representa dos juguetes de cuerda, fabricados en metal, sencillos y llenos de color. Artilugios que funcionan solo cuando hacemos que la llave gire, aunque también lo hacen ellos solos en alguna que otra ocasión, lo que les dota de un componente de misterio que en algunos casos y tipos de juguetes o muñecos puede llegar a acojonar.

En esta pintura, Bell sitúa a estas dos figuras antropomorfas, un gato y una perra en una pose a mitad de movimiento, una composición dinámica como si formasen parte de un desfile de circo, llevando la voz cantante y siendo el centro de atención, con una expresión que refleja un cierto tipo de fascinación, característica esta que impera en los trabajos de Bell. La gran habilidad técnica para crear superficies y destacar los brillos en ellas, especialmente metálicas o de vidrio ha sido motivo de elogio para un pintor que carecía de formación artística académica.

Circus Act, de Charles Bell, 1995. Serigrafía sobre papel (73.7 x 78.7 cm)
Circus Act, de Charles Bell, 1995. Serigrafía sobre papel (73.7 x 78.7 cm)

Su dedicación a los objetos de pequeño tamaño, los transforma en importantes motivos artísticos y de ese modo los cuestiona al mismo tiempo como valores de nuestra cultura popular. Le gusta jugar con las diferencias entre la cultura al alcance de todos y la que está al alcance de unos pocos. En su interés por retratar objetos que son producidos en masa y de bajo coste, construye un tipo de arte que los eleva y los sitúa en una especie de podio, fuera de su propia finalidad para convertirlos en especiales, en obras de arte de la cultura pop.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Imágenes © de los respectivos autores

A Lúa

Este cuadro de la gran Tarsila do Amaral, realizado en óleo sobre lienzo y calificado como uno de sus mejores trabajos y también perteneciente a la fase antropofágica iniciada con Abaporu, fue comprado en 2019 por el MoMA, un año después de la primera retrospectiva de Tarsila en Nueva York. Aquirido por unos veinte millones de dólares se convierte así en la obra vendida más cara del arte brasileño hasta ahora.

Exhibida en París como parte de su segunda exposición individual, esta obra acoge probablemente influencias de Léger, Cocteau, Magritte o Picasso que han dejado huella en esta artista durante su vida en Europa, de la que adquirió elementos que luego incorporaría a sus obras en esa antropofagia pionera y vanguardista. El año de 1928 está considerado por muchos críticos como su momento álgido de producción en el que causa una gran admiración con esta tela, creando así una fase de cromatismo explosivo y exótico que continuaría en muchas de sus obras posteriores.

A Lúa, de Tarsila do Amaral (110×110 cm. 1928. Óleo sobre lienzo)

En este óleo sobre lienzo podemos ver un solitario cactus cuya figura evoca a la humana, una mezcla entre lo vegetal y lo animal, frente a una noche de luna menguante con colores saturados, formas estilizadas que nos recuerdan a Dalí y un ambiente onírico que nos transporta a un lugar en el que nos encontramos con un paisaje surrealista, una naturaleza casi abstracta. La fusión perfecta de las vanguardias europeas y la tradición brasileña. Las capas ondulantes de azules, blancos y verdes confieren y crean ese paisaje bajo el cielo nocturno en el que ese cactus humano podría ser una representación de la propia artista, presente y observadora de ese horizonte o tal vez de nosotros.

Sin duda, esta Lúa, no exenta de ambigüedad, posee un aspecto poético y es toda una invitación a dejar volar la imaginación del espectador.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Imágenes © de los respectivos autores

Monica sentada con Mondrian

Esta obra de 1988, en esmalte sobre acero, se diferencia de otras de Wesselmann por tres motivos. En primer lugar, este es un tipo de pintura que realizó durante las décadas de los ochenta y noventa y que se caracteriza por incorporar obras de otros artistas en forma de homenaje a esos mentores o ídolos. Una especie de vuelta a la época de sus inicios como estudiante de arte, a sus raíces. Iconos de otros maestros tanto de la pintura clásica como contemporánea y que aparecen como fondo a sus trabajos. En este caso vemos un inconfundible trabajo del pintor modernista holandés Piet Mondrian detrás de la figura femenina, que está sentada sobre una superficie rosa.

Monica sentada con Mondrian (Esmalte sobre acero, 1988)
Monica sentada con Mondrian (Esmalte sobre acero, 1988)

En segundo lugar, siempre interesado en experimentar con nuevas superficies como plástico, tela, metal, que constituyeron una evolución a lo largo de toda su trayectoria artística, visible en diferentes épocas y trabajos, nos ofrece aquí una obra metálica, es decir, un dibujo o boceto que es trasladado a una plancha de acero o aluminio y que es recortada con láser. La mezcla entre la frialdad de lo mecánico se encuentra con el expresionismo abstracto, los géneros y motivos de la pintura clásica con la técnica moderna… y así crea toda una innovación artística. Con este tipo de técnica experimentó y evolucionó hasta constituir el punto álgido en esta aventura dominada por el afán de nuevas formas de creación plástica.

Y por último, que es el motivo que más me fascina, tenemos esa simplicidad en las formas. Con unos pocos trazos, Wesselmann es capaz de sintetizar la esencia de toda una composición, a las que acostumbraba a llamar “garabatos de aluminio”. La sencillez del trazo, aunque incompleto, se llena de pintura sobre la superficie de metal. La gama cromática nos sigue recordando a ese estilo pop inconfundible, aunque con un brillo acentuado en los bordes afilados por el láser y la impronta de una atmósfera erótica que todavía permanece. Esta serie de dibujos de acero causó una gran impresión en sus primeras exposiciones, aunque como él mismo decía: “Lo importante es que es hermoso, una expresión vívida de una idea válida, presentada de una forma específica como nunca se ha visto antes”.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Imágenes © de los respectivos autores

Rio, versión alternativa

Su típica estética gráfica de líneas altamente estilizadas, de refinado estilo preciso y muchas veces minimalista que nos evoca a un tipo moderno de Art Decó con esas líneas limpias, suaves y bien definidas, se ve claramente en esta figura femenina de cabellos negros, piel brillante y labios carnosos, todas ellas características recurrentes en sus pinturas, que fueron evolucionando desde sus primeros dibujos hasta sus últimas creaciones.

A diferencia del trabajo que sirvió para ilustrar la portada original del álbum Rio (de cuyo diseño en sí se encargó Malcom Garrett), en esta portada alternativa utilizada para la edición remasterizada de 2001, la imagen de la mujer se muestra en una pose sugerente en la que vemos casi toda su figura, más sensual y misteriosa, cumpliendo así con la intención que casi siempre está latente en sus pinturas. La expresión de independencia y seguridad que refleja, con la mirada clavada en el observador, muestra una expresión seria, a diferencia de la primera, sonriente y más divertida, aunque sigue perdurando en ambas la sofisticación, elemento primordial que acompañaría a toda su obra. Las líneas que atraviesan la imagen, de color amarillo y rosa aquí, a diferencia del amarillo y verde en la original, le confieren esa estética pop tan identificativa y propia de su estilo, un “toque final” que actúa como complemento perfecto del conjunto, al igual que la flor exótica que adorna sus cabellos.

Este trabajo fue presentado por Nagel al mismo tiempo que la primera versión, cuando el artista completó el encargo y se usó por vez primera para presentar el sencillo My Own Way, que fue editado en Japón.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Imágenes © de los respectivos autores

Lichtenstein y el baño más «pop»

La estética del arte Pop, sin duda está relacionada con el contexto social de la época, tiempo de prosperidad que se vio reflejado en un incremento del consumo. Es un estilo que en algunos casos llegó a producirse en serie, guardando así una relación directa con la sociedad consumista.

Las imágenes de esta cultura popular, los medios de comunicación y los artículos del día a día se convertían en iconos. Incluso lo frívolo y superficial podía ser retratado para impactar al espectador.

Con una paleta de colores limitada a los elementales y generalmente plasmados en gran formato, se instaura el Pop Art como un inquilino que no puede faltar en cualquier museo de arte moderno que se precie. Es el caso de Mujer en el baño, de 1963 que se encuentra en el Museo Thyssen-Bornemisza.

Mujer en el baño, 1963

Este imprescindible abanderado de la elegancia, pintor, escultor y artista gráfico, nos muestra una imagen de cómic sugerente en la que la mujer con formas contorneadas y perfectos trazos contrastan con la geometría de los azulejos del fondo. La sonrisa nos proporciona información y nos reconforta al mismo tiempo con la sensación de cotidianidad. Este cuadro incluye los ingredientes principales de su obra: temas cotidianos y universales mostrados con fuerza emocional, representados de un modo prácticamente impersonal y usando una técnica fría. Sus imágenes normalmente expresan emociones básicas, amor, deseo, tristeza, miedo, emoción… sobre la típica trama de impresión sirviéndose de su famosa técnica Benday con los colores elementales junto al negro sobre un fondo blanco de lienzo en un orden establecido; esto es: primero puntos, en segundo lugar las zonas de color y por último los contornos.

Sus representaciones nos invitan a imaginar lo que ha sucedido o está por acontecer en cada viñeta. Nos preguntamos cómo es la historia, imaginando un desenlace o la resolución del halo de misterio que envuelven.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Imágenes © de los respectivos autores

Rio, de Patrick Nagel

En esta litografía para la portada del álbum Rio de Duran Duran, vemos a la “Mujer Nagel”, icono ya consolidado y representativo del arte de Patrick Nagel, como mujer moderna, atractiva y elegante, aunque también distante y misteriosa que no vamos a llegar a conocer, y que nos reta a un contacto visual intenso, y con el cual, al mismo tiempo nos invita a querer saber más. Al igual que el mundo, que quedó privado de más trabajos suyos debido a su temprana muerte, cuando planeaba realizar la portada para un álbum de Mick Jagger.

Siempre reinventando las artes gráficas, los tonos satinados, la combinación de colores y la sofisticación y elegancia de sus trazos hicieron de sus creaciones obras inconfundibles que revolucionaron la escena artística de finales de los setenta y principios de los ochenta y que siguen influyendo y creando tendencia en el mundo de la ilustración, diseño y arte en general.

Mucha gente reconocía la portada de Rio sin siquiera saber de quién era el disco, que aunque tardó en triunfar, tras ser relanzado por segunda vez a finales del 82, fue todo un bombazo en las listas de éxitos del 83 llegando a ser doble platino.

Siempre a la vanguardia de la ilustración en la escena de Los Angeles, sus brillantes trabajos le otorgaron reconocimiento internacional y muchos de ellos se convirtieron en serigrafías de ediciones limitadas y pósters donde dejó de manifiesto su versatilidad artística desde sus primeros pasos como diseñador gráfico, luego ilustrador y finalmente como pintor y escultor.

En definitiva, un artista total que supo crear toda una estética representativa de los ochenta y fácilmente reconocible hasta el día de hoy.

La figura de Nagel fue noticia de nuevo en 2008, cuando se recuperaron y valoraron finalmente muchos de sus trabajos. En 2017, su versión japonesa de Rio fue vendida por 212.000 dólares.

Textos © 2020, Guillermo López Mao
Imágenes © de los respectivos autores